Comer de manera compulsiva debido a las emociones es lo que se conoce como hambre emocional. (Foto: Envato)

La recompensa por comida de niños y su relación con la ansiedad

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Comer de manera compulsiva puede tener su origen en la infancia. Aunque muchas personas se mueven por las emociones, ya sean positivas o negativas, lo cierto es que todo ello está motivado por las vivencias de cuando éramos pequeños. Es lo que se conoce como hambre emocional. 

Ahora, un artículo publicado en la revista académica Journal of Nutrition Education and Behaviour ha indagado en los factores que confieren vulnerabilidad a los adolescentes ante el hambre emocional y cómo varias prácticas educativas de los padres, como usar la restricción de comida como castigo o la comida como recompensa, pueden jugar un papel clave.

El hambre emocional es un problema más adquirido que heredado. Por ello, los autores de este trabajo decidieron investigar no sólo la interacción entre los padres al alimentar a los niños, sino también qué aprenden los niños al ver a los padres comer.


El estudio original se llevo a cabo en 2017 con 2018 familias. Adicionalmente, se emplearon datos longitudinales obtenidos en 2013. Específicamente, un progenitor de cada familia completó varios cuestionarios sobre cómo alimentaban a su hijo y tanto ese padre como el niño completaron otro cuestionario sobre sus conductas alimentarias. Además, se tuvieron en cuenta factores fisiológicos tales como la altura o el peso corporal del niño.

Entre 2013 y 2017, los padres aumentaron la vigilancia sobre la alimentación de los hijos y adoptaron patrones de alimentación más sanos. Sin embargo, los niveles reportados de prácticas como la restricción de comidas como castigo o el uso de comida como recompensa permanecieron estables.

Empleando esta metodología, los autores hallaron que el uso de la restricción de comida como castigo, el uso de comida como recompensa y la vigilancia sobre los niños al comer parecieron aumentar la incidencia del hambre emocional, especialmente en instancias en las que los adolescentes ya empleaban otras tácticas maladaptativas para regular sus emociones.

Los expertos apuntan a que la conducta de los padres continúa suponiendo una influencia importante en la conducta alimentaria de los niños hasta bien entrada la adolescencia. Además, estos resultados abren la puerta a profundizar en el modo en el que los aprendizajes sobre la comida repercuten en conductas futuras.
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