Jueves, 14 de marzo de 2024

Los síntomas de la enfermedad de Parkinson se esconden en las lágrimas

Compartir en:
fjrigjwwe9r1_articulos:cuerpo
La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurológico crónico, neurodegenerativo e invalidante que padecen más de 160.000 personas en nuestro país, en hasta un 10% de los casos en fase avanzada. Una enfermedad que, caracterizada por un deterioro tanto cognitivo como, sobre todo, del movimiento, carece de cura.

De hecho, las terapias actualmente disponibles tan solo logran ralentizar, que no detener, su progresión. Además, la eficacia de estas terapias es menor cuanto más avanzada se encuentra la enfermedad, por lo que su diagnóstico precoz cobra una importancia fundamental. Sin embargo, este diagnóstico temprano resulta inviable en la mayoría de los casos.

La falta de biomarcadores específicos hace que el párkinson solo pueda ser detectado cuando el paciente ya presenta unos síntomas motores evidentes. Ahora, según investigadores de la Universidad del Sur de California parecen haber hallado la forma de detectar el parkinson muchos años antes de que el paciente manifieste los síntomas. Y para ello solo hay que mirar en una lágrima. 

"Hasta donde nosotros sabemos, nuestro trabajo es el primero en mostrar que las lágrimas pueden ser un marcador biológico de confianza, barato y no invasivo de la enfermedad de Parkinson", indicó Mark Lew, director de esta investigación.

"Nos centramos en las lágrimas porque contienen varias proteínas producidas por las células secretoras de la glándula lacrimal. Y para secretar estas proteínas en las lágrimas, se requiere que la glándula sea estimulada por los nervios. Así, y dado que el párkinson puede alterar la función de los nervios que se encuentran fuera del cerebro, creemos que cualquier cambio en esta función de los nervios debe reflejarse en los niveles de proteínas en las lágrimas", comentó Mark Lew.

Los resultados mostraron diferencias en los niveles de una proteína específica, la alfa-sinucleína, entre los participantes en función de que tuvieran o no la enfermedad. Y asimismo, que los niveles de alfa-sinucleína oligomérica, esto es, de los agregados de la proteína que provocan daños en las neuronas cerebrales y que constituyen una de las peculiaridades distintivas del parkinson, también variaron notablemente según los participantes padecieran o no la enfermedad.

No así en el caso de la alfa-sinucleína oligomérica, cuyas concentraciones fueron significativamente superiores en los pacientes –1,45 nanogramos de proteína por miligramo de lágrima– que en los voluntarios sanos –0,27 ng/mg.


"El saber que algo tan simple como una lágrima podría ayudar a los neurólogos a diferencias entre las personas que tienen enfermedad de Parkinson y las que no de una forma no invasiva es realmente emocionante. Además, y dado que el proceso de la enfermedad se inicia años o décadas antes de la aparición de los síntomas, un marcador biológico como el descrito en nuestro trabajo podría resultar útil para un diagnóstico y tratamiento mucho más temprano de la enfermedad", concluyó.