El gusto por el exceso de sal en las comidas se explica a través de los genes

Compartir en:
fjrigjwwe9r1_articulos:cuerpo
Alrededor de 1.800 millones de personas en el mundo y más de 14 millones de españoles padecen hipertensión arterial, enfermedad definida por unas cifras de presión sanguínea superiores a 140/90 mmHg y que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), supone la primera causa de mortalidad global. Unos datos totalmente alarmantes. 

Sin embargo, hasta un 75% de la población con hipertensión se encuentra en riesgo de sufrir un ictus, un infarto de miocardio o de desarrollar enfermedad renal. Para poder acabar con esta hipertensión arterial es necesario practicar ejercicio, no fumar y no abusar del alcohol.
 
Ahora, un nuevo estudio de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Kentucky en Lexington  asegura que puede ser que dicha reducción de sal no resulte tan fácil para todo el mundo, dado que hay personas genéticamente predispuestas a sentir una mayor voracidad por este condimento.

"Los factores genéticos que influyen sobre nuestro sentido del gusto no son necesariamente evidentes para la población, pero pueden impactar sobre nuestra salud cardiovascular al influir sobre nuestra selección de los alimentos", comentó Jennifer Smith, directora de esta investigación presentada en el marco de las Sesiones Científicas 2016 de la Asociación Americana del Corazón (AHA).

Los resultados mostraron que, comparados con aquellos que no portaban las variantes, los participantes con una o dos de las variantes del gen TAS2R38 que potencian la percepción del sabor amargo tenían prácticamente el doble  (1,9 veces) de probabilidad de superar la ingesta de sodio diario recomendado –2 gramos diarios, lo que equivale a una cantidad de 5 g/día de sal.

"Algunos estudios han sugerido que las personas que perciben el sabor amargo de una forma más intensa pueden también percibir más intensamente la sal y, así, disfrutarla más, lo que conlleva un incremento de la ingesta de sodio. Pero también hay otra teoría que dice que estas personas usan la sal para enmascarar el sabor amargo de los alimentos, razón por la que también aumentan su consumo de sodio", indicó la experta. 

La información sobre la influencia genética en la percepción de los sabores podría, aun en un futuro, emplearse para ayudar a cada persona a seleccionar los alimentos más cardiosaludables en función de sus preferencias (genéticamente pre-programadas). 
 

- Ver en Hechos de Hoy¿Cuáles son los medicamentos que no consiguen acabar con el cáncer?

 
Compartir en: